El pasado 24 de mayo fue publicado el artículo en la sección de noticias sobre salud mental de Antena 3, Novamás. Fue un auténtico placer colaborar en esta publicación y responder a las preguntas que nos formuló la periodista, Clàudia Riera. No obstante, la entrevista fue más extensa y elaborada que la finalmente publicada. Lo entendemos perfectamente: ¡La prensa digital también tiene limitado el número de palabras! Así que decidimos publicar la entrevista completa en nuestro blog ya que nos llegó un feedback muy positivo sobre el artículo. Y ya conocéis nuestro amor por informar, divulgar y educar sobre los trastornos alimentarios y todo lo que los rodea (cultura de dietas, gordofobia, culto al cuerpo, violencia estética…).
A continuación, podéis encontrar las preguntas con sus respectivas respuestas y un listado de referencias al final por si queréis profundizar más. ¡Esperamos que os ayude!
CLICHÉ 1: Las personas con TCA restrictivos no comen
1.- En una anorexia, un TCA puede ser “no comer” estrictamente, en los casos más graves y avanzados. Pero, ¿podrías matizar esta información ajustada a una realidad más amplia? Es decir: ¿Una anoréxic@ come?
En primer lugar, es importante destacar que lo apropiado sería hablar de personas que sufren o tienen trastornos alimentarios (TCA) en lugar de referirnos a esas personas como “anoréxicas”, “bulímicas”, etc., ya que esto no permite separar el trastorno de la propia persona que no está condenada a vivir por siempre con el trastorno. Dicho esto, el dejar de comer o ayunar no es una conducta intrínseca del TCA. Es decir, las conductas alimentarias restrictivas sí se dan en la mayoría de los trastornos alimentarios – especialmente en sus presentaciones más restrictivas – pero eso no se traduce en “dejar de comer” en la mayoría de los casos. Lo que en realidad vemos son personas que toman decisiones alimentarias basándose en multitud de reglas alimentarias que se han ido imponiendo a sí mismas y que han pasado a ser automáticas hasta el punto de que no son conscientes de que las tienen y actúan de acuerdo a ellas.
Un gravísimo problema que encontramos hoy en día dentro de la cultura de dietas y culto al cuerpo en que vivimos es que muchas de esas reglas alimentarias como prohibirse alimentos azucarados, comer solo a ciertas horas del día, comer sólo alimentos etiquetados como “sanos”, “buenos” o “reales”, compensar ciertas comidas con ejercicio, contar calorías usando apps, reducir drásticamente los carbohidratos, etc., se han convertido en conductas y prácticas normalizadas y socialmente aceptadas y hasta deseables y aplaudidas en ciertos colectivos de población. Tristemente, algunas corrientes nutricionistas y enfoques médicos centrados en el peso recomiendan seguir este tipo de reglas y prácticas restrictivas. Lo que hace que la población ande muy confundida respecto a la alimentación y ofrece argumentos a las personas con TCA para justificar sus conductas de riesgo.
CLICHÉ 2: TCA y mentiras & manipulación
2.- En un TCA la manipulación y el engaño están a la orden del día, ¿podrías decir algunas situaciones en las que el TCA lleva a la persona a mentir y manipular? Aunque no estén directamente relacionadas con la comida.
Antes de nada, remarcar que las conductas de mentira y engaño forman parte del propio TCA y son comunes cuando la persona está muy sintomática, tiene poca conciencia de enfermedad o no tiene un compromiso real por recuperarse. Las mentiras en el contexto de un TCA se hacen generalmente para justificar y mantener las conductas desordenadas; esto es, para comer menos, moverse más, deshacerse de lo ingerido, atracarse, etc. Por ejemplo, el cerebro de una persona con TCA puede inventar cientos de excusas para restringir la alimentación (“ya he cenado fuera así que no me prepares cena”; “tengo intolerancia al gluten, por eso no como pan, pasta, dulces…”; “me sientan fatal las grasas así que solo puedo comer comida con muy poca grasa o hecha a la plancha”; “no me gustan los dulces”, “no voy al cumpleaños o la comida familiar porque tengo un examen al día siguiente”, etc.); ocultar y hacer en secreto conductas que suelen generar vergüenza y culpa como provocarse el vómito, darse atracones, comer y escupir, acumular grandes cantidades de comida, robar comida, tirar comida, tomar comida de la basura, contenedores o restos de otros, etc.
Las mentiras también se pueden extender a conductas relacionadas con el movimiento y el ejercicio que la persona utiliza como métodos compensatorios, para reducir o controlar su peso o modificar su forma corporal. Estas conductas en caso de darse en personas aparentemente sanas pueden pasar desapercibidas entre los afectados y su entorno debido a lo normalizadas y elogiadas que están en nuestra sociedad. Es especialmente común observarlas en ámbitos deportivos y en el mundo del fitness; de ahí la responsabilidad de los entrenadores, preparadores y educadores físicos en conocer los TCA y sus múltiples presentaciones más allá de los estereotipos.
Hay que entender que un TCA se apodera del cerebro de la persona que lo sufre hasta el punto de modificar sus sistemas de creencias, percepciones, valores y ética. Cuando las personas se van recuperando del TCA, toman conciencia de todas estas conductas de engaño y a veces manipulación y suelen sentir vergüenza y arrepentimiento. Aspectos que hay que trabajar en terapia para que entiendan que no eran ellas mismas sino el trastorno y así puedan perdonarse. Los seres queridos y profesionales que trabajan con ellas necesitan entender esto para poder separar a la persona del trastorno. Una vez recuperada, la persona abandona todas las conductas desordenadas y por tanto ya no tiene ninguna razón para seguir mintiendo.
SÍNTOMAS DE ALERTA
3.- ¿Qué síntomas “extraños” pueden ser TCA sin que lo parezcan? (por ejemplo, control de quien entra y sale de casa, control de la comida que se compra, afición a guardar recetas o revistas de cocina, entusiasmo por ir al supermercado…).
Existen multitud de signos y síntomas conductuales, emocionales, cognitivos y físicos de un TCA que fácilmente pasan desapercibidos incluso entre las personas afectadas ya que no se ajustan a los estereotipos de la enfermedad. Conviene aclarar que los síntomas son múltiples y muy diversos y la persona no tiene que presentar todos para sufrir un TCA. No obstante, conviene estar alerta de las luces rojas porque cuanto antes se detecte un TCA, mejor en términos de intervención y recuperación.
Entre los síntomas y signos que pueden parecer más extraños, podemos resaltar los siguientes:
A nivel conductual
A nivel conductual: incomodidad o rechazo para comer en sitios públicos o con otras personas; rituales en torno a la comida como masticar excesivamente lento, cortar la comida en trozos muy pequeños, utilizar siempre los mismos utensilios de cocina y cubiertos, calentar demasiado la comida, utilizar servilletas de papel para absorber la grasa, masticar y escupir, etc.; dejar de salir con amigos, abandonar hobbies y aficiones o reducir la vida social (en algunos casos puede suceder por el contrario un aumento inusual de la vida social); cocinar platos ricos y más calóricos para otras personas y luego no comerlo; mirarse en espejos continuamente el cuerpo o partes (como la tripa) para ver si ha cambiado; hacerse selfies a todo o partes del cuerpo para examinar si el cuerpo ha cambiado; seguir cuentas en RRSS sobre nutrición, cocina, fitness… y acumular recetas de comida o mirar en bucle fotos de comida o gente comiendo; estar pendiente de lo que comen los demás y compararse (lo mismo con el ejercicio); juzgar continuamente cómo comen los demás (familiares, compañeros de trabajo…); escudriñar las etiquetas nutricionales de los productos alimentarios; usar ropa ancha, oscura, holgada… para ocultar los cambios de peso; hacer ejercicio físico de manera rígida (ej., muestra irritación si tiene que saltarse un entreno); evitar reuniones sociales, viajes, excursiones, comidas de trabajo..; tomar una cantidad excesiva de chicles, caramelos sin azúcar, edulcorantes, bebidas light, café, infusiones, agua…; beber mucho alcohol y antes o después compensar comiendo menos, etc.
A nivel emocional
A nivel emocional: alta sensibilidad al rechazo, necesidad de alivio y seguridad constante; temor a quedarse sin comida (sentir como si no fuera a haber suficiente); cambios bruscos de humor; tristeza, apatía y desesperanza; ansiedad continua y suspicacia; mostrarse solitario, ausente y malhumorado; irritabilidad antes o después de las comidas; ansiedad ante los cambios (horarios, rutinas, viajes, invitados en casa…), etc.
A nivel físico
A nivel físico: dificultades de concentración; pérdidas de memoria; mareos, desmayos y síncopes; alteraciones del sueño; problemas dentales; debilidad muscular; lenta cicatrización de las heridas; ojos inyectados en sangre y/o glándulas salivares inflamadas (vómito autoinducido); marcas en el dorso de las manos y los dedos (vómito autoinducido); fatiga y cansancio; en casos de diabetes: evitar inyectarse la insulina o medirse la glucosa delante de otra persona, miedo a que la insulina provoque ganancia de peso, etc.
CLICHÉ 3: EL TCA SÓLO CONDICIONA LA VIDA ALIMENTARIA DE LA PERSONA
4.- Un TCA no solo condiciona el espacio vital de la persona relacionado directamente con la comida, ¿qué otros ámbitos de la vida se ven afectados?
Los TCA se denominan así porque se manifiestan en patrones de conducta disfuncional con la comida (restricción, purgas, compensación, ejercicio excesivo, movimiento compulsivo, atracones, etc.) pero detrás de estas conductas alimentarias más fáciles de identificar hay todo un iceberg menos visible de factores, patrones y situaciones en los que hay que trabajar como: rechazo corporal o distorsión de la imagen corporal, miedo a subir de peso, mitos nutricionales, baja autoestima, experiencias de estigma de peso, elevado perfeccionismo y autoexigencia, baja tolerancia al malestar emocional, dificultades de regulación emocional y un largo etcétera que puede ser más o menos amplio según cada persona.
Esto nos da una idea del grado de disfuncionalidad que puede llegar a causar un TCA en todas las áreas de la vida de la persona: limitaciones para desempeñar normalmente un trabajo o estudios, problemas de socialización y vinculación afectiva (ej., aislamiento, evitación social, mayor conflictividad familiar), problemas para adaptarse a los cambios (ej., viajes, cambios de trabajo, transiciones vitales), dificultades para cuidar de sí mismas de manera autónoma, dificultad para desarrollar un proyecto de vida, etc. A esto hay que sumar los efectos físicos que los trastornos alimentarios provocan en el cuerpo a todos los niveles como: reducción de la tasa metabólica, amenorrea hipotalámica o alteraciones del ciclo menstrual, osteopenia/ osteoporosis, patologías digestivas, desajustes hormonales, desequilibrios electrolíticos, patologías cardiovasculares, inmunosupresión, atrofia cerebral, alteraciones de la microbiota, etc.
Todo esto en conjunto puede llegar a dificultar enormemente la vida de la persona con un TCA. No obstante, muchas personas logran hacer una vida en apariencia “funcional” pero a costa de convivir con altos niveles de sufrimiento psicológico y episodios recurrentes de recaída/ empeoramiento de síntomas.
OTROS CLICHÉS DEL TCA: FÍSICO, EDAD, ADELGAZAMIENTO, GÉNERO…
5.- En vuestra opinión, ¿cómo definir un cuadro real de TCA para romper con la idea generalizada? Es decir, la de que una persona con bulimia o anorexia tiene que estar hiper delgada y con los huesos marcados.
La delgadez extrema asociada a los TCA es un estereotipo social que urge romper. Cuerpos esqueléticos, rostros demacrados, niñas y adolescentes, mujeres, blancas, cisgénero, países ricos… son rasgos que la población general, los medios de comunicación, el cine o la literatura han asociado a los TCA y que no reflejan la realidad más extendida de los mismos.
De hecho, menos del 7% de las personas con un diagnóstico de TCA presentan “bajo peso” según el IMC (índice de masa corporal). El estigma de peso (diagnosticar o dar un trato diferente a una persona en función de su peso o IMC) es la razón por la cual las personas con cuerpos más grandes tienen la mitad de probabilidades de que se les diagnostique adecuadamente un TCA en comparación con las que tienen “normopeso” o “bajo peso”. De hecho, tener un peso alto o un tamaño corporal que se juzga como “demasiado grande” por la misma persona o su entorno (familiares, amigos, médicos, entrenadores, etc.) es en sí mismo un factor de riesgo para desarrollar un TCA o una relación disfuncional con la comida.
Respecto la cuestión de género, los TCA no son en absoluto una patología exclusiva de mujeres. La evidencia más reciente sugiere que entre el 30 y el 40% de las personas diagnosticadas con TCA son hombres o se identifican como tales. El problema que existe, al igual que sucede con las personas con pesos más altos, es el inmenso infradiagnóstico entre los hombres. Si bien es cierto que la prevalencia de TCA en el colectivo LGTB+ es superior a la prevalencia observada entre los colectivos heterosexual y cisgénero.
Lo mismo ocurre con otras categorías sociales como edad, etnia, clase social, religión, etc. Necesitamos entender que los TCA son patologías que no discriminan y que potencialmente pueden afectar a cualquier persona cuando confluyen los factores de riesgo bio-psico-socio-cultural apropiados y hay escasos factores de protección que los contrarresten.
En muchos casos los TCA pasan desapercibidos, incluso para las personas afectadas, sus familiares y los propios profesionales de salud, cuando no se amoldan al perfil estereotipado y reduccionista de qué es, cómo y en quién se presenta un TCA. Por ello, consideramos tan importante romper con todos los mitos y prejuicios sociales sobre los TCA para poder detectarlos lo antes posible y así intervenir antes.
REFERENCIAS
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