Realfooding: conocida como la última tendencia en el lifestyle de la alimentación que triunfa en las redes sociales y en muchas consultas de nutrición. Pero, ¿qué es exactamente y a qué se debe su éxito?
El realfooding es un “estilo de vida basado en comer comida real y evitar los ultraprocesados”. Así es como lo define en su web Carlos Ríos, el nutricionista que creó este movimiento, cuya cuenta en Instagram siguen más de 1,4 millones de personas y que recientemente ha publicado el libro, “Come comida real” (2019).
Con un estilo de comunicación desenfadado, Ríos ha logrado captar la atención de una parte de la población que percibe el realfooding como el modo sano y correcto de alimentarse, sin dietas ni modas. A través de una frenética actividad en redes sociales, Ríos habla de nutrición, salud, alimentación, cadenas de supermercados, procesados… Su mensaje es influyente: usando imágenes y marcas, llega de forma tangible al consumidor que gracias al realfooding ahora puede identificar la llamada “comida real” y diferenciarla de la comida que no lo es en el súper donde compra habitualmente.
Pero si el realfooding es un estilo de alimentación saludable, ¿cuál es el problema?
A priori al no utilizar la palabra “dieta” sino “estilo de vida o alimentación saludable”, se puede suponer que el realfooding está alejado de las restricciones, las modas dietéticas, los extremos y el mundo de las dietas en general. De hecho, así se afirma en la web del movimiento: “Para no caer en la monotonía, debemos alejarnos de modelos dietéticos que sean muy estrictos o restrictivos puesto que la adherencia a largo plazo se dificultará”.
El objetivo del presente artículo escrito junto a la dietista Eli Custo es analizar las luces y las sombras del movimiento realfooding. Nuestra tesis inicial es que el realfooding esconde un modelo dietético restrictivo y que el afán por conseguirlo en personas vulnerables, por sus características personales y/o circunstancias, puede contribuir al desarrollo de conductas alimentarias de riesgo y desórdenes alimentarios, o bien mantenerlos en caso de que existieran previamente.
Las luces del Realfooding
Con espíritu constructivo, empezaremos por el lado positivo que encontramos en el realfooding. Este movimiento promueve el consumo de alimentos frescos tales como frutas, verduras, legumbres, frutos secos, semillas, huevos, carnes o pescados. Ciertamente el consumo de estos alimentos es importante en una alimentación variada y completa, ya que aportan nutrientes esenciales para el funcionamiento adecuado del organismo y sus procesos fisiológicos (Heidelbaugh, 2008).
Asimismo, desde el punto de vista social el realfooding ha tenido otro impacto positivo: reclamar transparencia en el sector de la industria alimentaria. Los realfooders (i.e., seguidores y practicantes del realfooding) han dado numerosos toques de atención a fabricantes de productos alimentarios cuya publicidad resulta confusa, infundada o engañosa. Esto empodera a los consumidores y es algo deseable.
Nuestras disculpas a los realfooders pero no hablaremos en profundidad de Matrix ni del lado oscuro, ya que nos suena a marketing hollywoodiense. Sin embargo, es cierto que como consumidores necesitamos disponer de información rigurosa y clara para saber qué nos están vendiendo. El cuestionamiento de la publicidad es importante también en lo que atañe a los productos alimentarios. Por ejemplo, cuestionar si es cierto y probado que unas galletas bajan el colesterol, unos yogures cuidan la línea, unos zumos aumentan las defensas o una pechuga de pavo mejora la salud cardiovascular, nos permite hacer elecciones más inteligentes también para nuestra economía.
Las sombras del Reafooding
En algún punto el mensaje del realfooding se hace dogmático e inflexible. Dogmático cuando afirma que los ultraprocesados mantienen a los humanos en Matrix, que es un entorno perfectamente diseñado para que éstos sigan consumiendo ultraprocesados sin que puedan oponer resistencia, sin ser conscientes de ello. Los ultraprocesados están a su vez dirigidos por el lado oscuro, una industria que es arquitecta de todo este entorno de Matrix, donde ganan elevados beneficios con su comercio.
El realfooding tiene una parte dogmática y restrictiva
Los símiles basados en Matrix y el lado oscuro tienen su lado cómico y han sido elegidos precisamente para conectar, transmitir el mensaje de forma divertida y aumentar la audiencia. Pero, ¿la industria alimentaria tiene realmente un interés oculto por que la población consuma ultraprocesados? ¿Qué va primero: la demanda o la oferta?
En todo caso sería la demanda la que guía las decisiones empresariales en una economía capitalista. A no ser que los realfooders crean que la industria alimentaria añade “polvos mágicos” a los ultraprocesados para mantenernos atontados y poder así vender más. Una conjetura atractiva pero un tanto absurda ya que los productos frescos (no ultraprocesados) son mucho más costosos, así que podrían añadir los “polvos mágicos” a la fruta, por ejemplo, para inducirnos a consumir más.
Lo cierto es que en los supermercados están los productos que demandan sus clientes, más o menos nutritivos, más o menos costosos, en uno u otro formato. El que paga, manda. La industria lo sabe y se adapta. ¿Por qué hay cada vez más productos sin gluten, sin lactosa, eco, veganos o sin azúcares añadidos? Porque se demandan. Si los consumidores dejamos de comprarlos, los distribuidores dejarán de ofrecerlos. ¿El sector alimentario y de la distribución quiere ganar beneficios? Por supuesto, como cualquier otro.
Sorprende la reciente colaboración de Ríos en un spot de Lidl tras hacer duras críticas a Eroski y Alcampo por promover el consumo de bollería. ¿Acaso Lidl no vende también bollería? Pero este no es el punto, Lidl, Eroski y Alcampo pueden vender bollería como pueden vender brócolis y naranjas.
Por otro lado, ¿se puede sostener que la mayoría de los consumidores viven en Matrix? En nuestra opinión, no. Cuando los consumidores compran galletas, por ejemplo, ya saben lo que compran. Sí, existe publicidad engañosa sobre los productos del sector alimentario como de otros sectores y las autoridades reguladores deberían combatirla. Pero de ahí a culpabilizar a la industria alimentaria del consumo de ultraprocesados y lo que es peor establecer una relación causa-efecto entre el consumo de ultraprocesados y los problemas de salud de la población, resulta de todo punto exagerado e infundado.
Es precisamente ahí donde se evidencia la concepción reduccionista de la salud del nutricionismo (Pollan, 2009), ideología que se encuentra en las entrañas del realfooding. Como ideología o sistema de creencias que es lo soporta todo, cualquier creencia aunque no esté científicamente probada, y cuanto más se extienda y comparta por un mayor número de personas, más difícil resulta darse cuenta de su existencia (Pollan, 2009).
Por cierto, gracias a la industria alimentaria disfrutamos de alimentos menos perecederos y con alta seguridad alimentaria, como las conservas, las pastas o los congelados. Por no hablar de las personas con alergias, intolerancias o patologías que les obligan a seguir dietas especiales, como las personas con enfermedad celiaca, y que gracias a la industria alimentaria pueden disfrutar de alimentos adaptados a sus necesidades nutricionales. Sólo en algunos casos, los realfooders los etiquetan como “buenos procesados”.
La demonización de los ultraprocesados
¿Y qué pasa con los denominados ultraprocesados? Aquí es donde el mensaje del realfooding se vuelve más rígido. Reconocemos la importancia de una alimentación variada, suficiente y adecuada a las necesidades nutricionales, los gustos y las preferencias de cada individuo, pero existen consideraciones esenciales frente al discurso reduccionista construido por el realfooding en torno a los ultraprocesados. En concreto, respecto a la salud mental y emocional:
> Etiquetar los alimentos como “buenos/malos” o “sanos/insanos” activa un pensamiento dicotómico y moralista sobre la alimentación. El realfooding clasifica constantemente los alimentos: comida real, ultraprocesados, buenos procesados… Todo bajo sus criterios de clasificación. ¿Qué pasa cuando en una comida tomas alimentos considerados “malos” según realfooding? Es probable que sientas que has hecho algo incorrecto, las sensaciones de culpa, fracaso, ansiedad, incapacidad o falta de control tienden a dispararse. Al fin y al cabo la persona siente que ha ido contra las normas.
> Evitar situaciones o eventos sociales porque no hay opciones realfood puede perjudicar las relaciones sociales, lo que está relacionado con la salud y la expectativa de vida a largo plazo (Holt-Lunstad, Smith & Layton, 2010). ¿Qué pasa si tenemos una comida de trabajo, barbacoa con amigos o celebración familiar? El realfooding en estos casos dice que “siempre hay posibilidad de planear o hacer buenas elecciones”. La cuestión clave es: ¿hay que planificar siempre para hacer “buenas” elecciones? ¿Qué son “buenas” elecciones?
Pongamos un ejemplo. Imagina que visitas a tus padres y comes con ellos. Tu madre ha hecho una tarta de manzana, esa que tanto te gustaba de niña/o con azúcar, harina blanca, manzanas reineta, mermelada, etc. Llega el postre. Puedes elegir comer una manzana – está en el frutero – o un trozo de esa tarta que te encanta. Pero te da tanto miedo ir en contra de las reglas; comer algo que se considera “malo” según realfooding. ¿Cuál es aquí la “buena” elección? Quizá para el realfooding sea la manzana. ¿Y para ti, con la mano en el corazón? ¿Y para tu salud mental y bienestar? ¿Elegir la manzana frente a la tarta es una acción libre o condicionada por el miedo?
Nos alegramos por todos esos realfooders que no sienten culpa ni remordimientos al contravenir las normas del realfooding y que no tengan la necesidad de compensar o reparar la “transgresión”. Pero hay otras muchas personas que se identifican con el movimiento que sí experimentarán malestar. Entre ellas se encuentran las personas con conductas alimentarias de riesgo o desórdenes alimentarios. El realfooding actúa como imán para estas personas. Personas perfeccionistas, con necesidad de control, tendencias obsesivas, altos niveles de ansiedad, imagen corporal negativa o insatisfacción corporal, tienden a preocuparse por su dieta y los alimentos que ingieren (Bratman & Knight, 2000; Scarff, 2017). Y esto les convierte en blanco perfecto del realfooding.
A lo que podríamos añadir otras variables demográficas como la edad por ser los grupos más jóvenes de la población los principales usuarios de las redes sociales, especialmente Instagram, donde abundan las cuentas dedicadas a la alimentación, el fitness, el culto al cuerpo, etc.
Para esos grupos de riesgo introducirse en el mundo realfood puede ser un auténtico caldo de cultivo de creencias, actitudes y conductas alimentarias de riesgo. Así, por ejemplo, se observa cómo la fobia a las grasas típica de los años 80-90 ha sido reemplazada por la fobia a los ultraprocesados. Y sí, no solo de la mano del realfooding sino de otras muchas dietas como Keto, Atkins, Paleo, Macrobiótica, Clean Eating o Crudivegana.
De comer sano a obsesionarse con comer Realfood
Es más sencillo de lo que se piensa pasar de “quiero comer más sano” a “sólo puedo tomar comida real”. Por ejemplo, para las personas con trastornos alimentarios restrictivos comer más cantidad de realfood puede parecer la salvación: como más, pero sólo de comida real.
De acuerdo, si tengo problemas previos con la alimentación, el cuerpo, etc., seguir el realfooding puede afectarme. Pero, ¿qué pasa si no tengo problemas de alimentación? ¿Puede afectarme también el realfooding?
Veamos. Si te conviertes en realfooder el 100% del tiempo, comienzas a:
- Restringir o eliminar ciertos alimentos.
- Llenar tu despensa y estómago sólo de “comida real”.
- Dedicar mucho tiempo a leer etiquetas nutricionales.
- Buscar todo tipo de recetas sanas.
- Decir a tus seres queridos qué deben comer.
- Rechazar eventos sociales si no hay “buenas elecciones”.
- Declinar ese trozo de tarta que te compraron con tanto cariño.
- Llevar tus tuppers de comida a todos sitios.
Puedes pensar, todo sea por la salud. ¿Qué salud? ¿Reducimos la salud humana a las elecciones de alimentos no procesados? ¿Si la población mundial se alimentara solo de “comida real” ya no existirían patologías, dolencias, enfermedades, etc.? ¿Es comer realfood lo que te brindará el mejor estado posible de salud y bienestar? ¿Crees que si comieras 100% realfood serías más feliz y tus problemas se resolverían? Se plantean tantas cuestiones. Pero nos queremos centrar en una pregunta clave: ¿Son saludables la restricción, la obsesión y el juicio continuo sobre lo que comemos?
Cuando te obsesionas con tu alimentación y controlas hasta el último bocado; cuando te sientes culpable si comes esto o aquello; cuando necesitas compensar la pizza del sábado; cuanto sientes que has fallado por cenar ultraprocesados con tus amigos… ¿Ganas o pierdes salud? Nosotras tenemos claro que pierdes salud, porque la salud va mucho más allá de las elecciones alimentarias y los nutrientes. La salud incluye lo mental, emocional, espiritual y conductual, siendo además inseparable del contexto social, cultural, económico y ecológico donde ha vivido y vive la persona (Bacon, 2008).
Por tanto, cuando un movimiento dietético – sea el realfooding u otros – etiqueta los alimentos de “buenos/malos” usando adjetivos moralizantes y estableciendo reglas rígidas de consumo promueve una potencial pérdida de salud global. ¡Gran ironía que en el deseo de buscar la salud terminemos perdiéndola!
Ortorexia y Realfooding
Es cierto que hay personas que no llevan al extremo el modo de vida realfood y que no caen en rigideces ni problemas de salud mental. Pero este apartado va dirigido a las personas para las que el realfooding se puede convertir en una obsesión y un desorden alimentario. Consideramos que es importante evidenciar los riesgos que supone seguir esta tendencia dietética, así como otras, para las personas vulnerables.
Para algunos el realfooding se convierte en un patrón de alimentación rígido y restrictivo donde “esto cabe y esto no”. Esto se conoce como ortorexia o tendencias ortoréxicas según el nivel de intensidad y la interferencia en el resto de las áreas de la vida de la persona (Bratman & Knight, 2001). Por desgracia, Ríos ha ironizado y minimizado en varias ocasiones con este desorden alimentario que puede llegar a ser mortal. Hace un año publicó este post en su cuenta de Facebook.
Comenta Ríos: “A veces, salirte de la norma puede percibirse más allá de lo extravagante, extraño o friki. Puede incluso diagnosticarse como algo patológico a juicio de la sociedad. Es el caso del erróneo diagnóstico de la ortorexia. No estoy diciendo que la ortorexia no exista como tal, pero por supuesto no la padecen las personas que deciden comer de forma saludable” (22 de julio de 2019).
Querido Ríos, gracias por invalidar el sufrimiento de millones de personas en el mundo, gracias por negar la evidencia científica y clínica de un problema que va en aumento y que mata a millones de personas (sólo en EEUU mueren 10.200 personas anualmente como resultado directo de un trastorno alimentario; Harvard Striped Report, 2020), gracias por ofrecer argumentos a personas que padecen ortorexia o desórdenes alimentarios para disfrazar su problema de elección personal o estilo de vida, gracias por hacerles más difícil el reconocimiento de los síntomas y la toma de conciencia del problema.
Como hemos mencionado, no todas las personas que se interesan por mejorar la calidad de su alimentación o hacer elecciones de comida más nutritivas tienen ortorexia o una patología mental. No decimos eso. Pero lo que sí decimos es que hay muchas personas que, bien porque previamente sufrían un trastorno alimentario o bien por sus características personales y circunstancias, pueden empeorar o desarrollar patrones de alimentación problemáticos al seguir el realfooding.
En cualquier caso, no está bien infravalorar la importancia de trastornos tan serios como la ortorexia y menos negar su existencia. Pero volvemos a que la salud mental no es importante para al realfooding porque lo prioritario es el nutricionismo salutista, es decir, concentrar nuestro foco de salud y bienestar en los nutrientes de la comida (Bacon & Aphramor, 2011).
El propio Ríos afirma: “Otra cosa es que por distintos factores psicológicos o una mala interpretación del mensaje esa persona llegue a tener problemas sociales o de conducta alimentaria, pero de nuevo, esto no tiene nada que ver con el realfooding”.
Discrepamos. Sí tiene que ver. Poner etiquetas a los alimentos tiene que ver. Buscar consumirlos el 100% del tiempo tiene que ver. Las restricciones tienen que ver. El descrédito de la salud mental tiene que ver. La reducción de la salud humana a lo que comen tiene que ver. Cuando un movimiento como realfooding llega a ciertas cuotas de mercado se debe exigir responsabilidad social. Irónicamente, la misma responsabilidad que el movimiento exige a la industria alimentaria.
Terminado con la Matrix
Nos gustaría concluir con la siguiente reflexión: ¿puede existir también una Matrix del realfood? Ser realfooder se ha convertido en una tendencia a la que aspiran algunas personas, especialmente de ciertos grupos socioeconómicos. La industria alimentaria lo sabe. Por eso cada vez más las empresas estudian sus productos y los elaboran para que encajen y reciban valoraciones positivas en Apps analizadoras de etiquetas, como la propia Myrealfooding.
Cada día aparecen nuevos productos a base de dátiles, semillas, cacao, frutos secos, sin azúcares ni edulcorante, etc., a ver si los realfooders los compran ya que así los demandan. Y así poco a poco se va modificando la oferta. Por tanto, ¿salimos de la Matrix de los ultraprocesados y entramos en la Matrix del realfood? ¿Pero no era la industria alimentaria tan mala que quería envenenarnos con ultraprocesados para mantenernos atontados?
Otro revés si es que se pretendía acabar con los intereses económicos de la industria alimentaria. En realidad esta industria, como cualquier otra, busca hacer beneficios y es la sociedad la que establece límites, criterios éticos, normativas de seguridad, calidad y sostenibilidad. Mirad cómo cuando la industria ve que hay una línea potencial de negocio en productos del gusto de los realfooders por ahí que va.
En fin, esperamos haber puesto de relieve lo que desde nuestro punto de vista son las luces y las sombras del realfooding (algunas aplicables a otras dietas o tendencias dietéticas) y por qué defendemos que puede ser perjudicial para personas con desórdenes alimentarios, mala relación con la comida o el cuerpo, tendencias rígidas, perfeccionistas, obsesivo-compulsivas, hipocondriacas, etc. Respecto al resto de la población, sugerimos que tome la información que le proporciona el realfooding con mente abierta, flexibilidad, sentido crítico y buenas dosis de salud mental.
Apoyamos el interés por alimentarse de forma que promueva el bienestar y la salud global, pero sin patrones rígidos ni creencias dogmáticas. La alimentación es un componente más de la salud, pero no el único y tampoco el más importante. Por mucho que el nutricionismo de la cultura de la dieta, donde encaja el realfooding, nos quiera convencer de ello.
Referencias
- Bacon, L. (2008). Health at Every Size: The surprising truth about your weight. BenBella Books.
- Bacon, L., & Aphramor, L. (2011) Weight science: Evaluating the evidence for a paradigm shift. Nutrition Journal, 10.
- Bratman, S., & Knight, D. (2000). Health food junkies. Orthorexia Nervosa: Overcoming the obsession with healthful eating. New York: Broadway Books.
- Heidelbaugh, J. (2008). Clinical men’s health e-book. Evidence in practice.
- Holt-Lunstad J., Smith TB., & Layton JB. (2010). Social relationships and mortality risk: A meta-analytic review. PLOS Medicine, 7(7).
- Pollan, M. (2009). In defense of food. An eater’s manifesto. Penguin USA.
- Ríos, C. (2019). Come comida real. Una guía para transformar tu alimentación y tu salud. Editorial Planeta.
- Scarff, J. R. (2017). Orthorexia nervosa: An obsession with healthy eating. Federal Practitioner, 34(6).